Personas desconocidas hasta el último día alrededor que hablan y hablan pero no contigo. O eso parece, porque no vocalizan y se entienden. Tu ves, oyes, pero no entiendes. Te lo dicen, se olvidan, pues no se te nota y no lo parece.
Pareces antipática, pero en realidad, aunque pocos lo sepan, o muchos que te caen mal, solo lo eres cuando quieres. Sonreír de más mientras adivinas qué han dicho. O para tratar de integrarte. Pero solo hacia fuera. Y así, durante todo el día, todos los días.
¿Te lo imaginas? Son retazos propios de pensamientos de una persona sorda como yo que lee los labios pero tampoco tan bien. Al parecer. O vocalizan fatal, que también. O está fatigada ya. Que oye bastante pero no del todo. Que hace todo lo posible pero no lo suficiente. Siempre más y un poco mejor, si puede ser, pero por fuerza debe ser. O automáticamente te excluyes, pues no parece que te incluyan. Y así todos los días.
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No se puede pretender hacer un sobreesfuerzo constante tantísimas horas al día varios días seguidos sin explotar. No si no te tienen en cuenta, si se olvidan más allá de las primeras palabras, en esas que aún te miran y se esfuerzan. Cualquier interrupción inocente hace perder la intención de seguir siendo accesible. Se volvieron a olvidar y otra vez estás fuera.
No se puede pretender jugar a ser incansable y tener una sonrisa eterna ni ser ocurrente si no te sientes valorada. Si hay demasiadas personas, que por más que pase el tiempo, siguen siendo desconocidas. No franquean el muro de la comunicación. No lo necesitan ni ven tu necesidad de ayuda. Me pregunto hasta si se dan cuenta de los intentos… Porque por más que lo intentes, es imposible leer todos los labios y menos a la vez. Y así conocer, aprender. Estar.
Sea como sea, al final, necesitas un remanso de paz, decir: no más. No a la fatiga auditiva, a la alerta constante, al estrés continuado. No al dejar de ser tú misma para volver a ser tú todo el día, todos los días. Eso sí. Con tu gente. Es más fácil vocalizar un rato (gracias) que estar pendiente todo el tiempo.
Nada como estar en casa, una serenidad que, si no perfecta, conocida.
Hoy vengo a informaros de que desde la Federació Acapps, con sede en Barcelona, iniciamos la campaña de Crowfunding con la plataforma Verkami para que nuestra sordera sea visible en la universidad y nuestras necesidades escuchadas. Queremos hacer un audiovisual que se llamará «Apuntes en blanco» que dirigirá voluntariamente Xavier Borrell, director de Águila Roja y Ventdelplà, entre otros. Lo estamos dando todo.
Aquí podéis leer toda la información. En la imagen del final hay un código QR que lleva también a la web.
Necesitamos conseguir antes del 12 de junio, 10.000 euros para poder llevarlo a cabo. ¡Ayúdanos y haz tu donativo!
> Para que todas la personas con sordera que en el futuro quieran, puedan estudiar en una universidad por fin inclusiva. ¡Reivindiquemos nuestros derechos!
Todo fluye por el exterior, y para que exista, hay que estar. Encuentran el caminito, desde el pabellón auditivo, pasando por el conducto auditivo externo y picando a la puerta timpánica es como, y gracias a los tres huesecillos amplificadores, llegan a la ventana oval que lleva a la cóclea. Esta ventana es la que permite que, ya dejando el oído medio, las ondas sonoras: el sonido, el habla, los ruidos, los chismorreos, la música…, entren en el interior del maravilloso órgano auditivo para poder transformar lo que eran unas ondas que hacían vibrar al tímpano, en impulsos eléctricos que el nervio auditivo envía al cerebro para su interpretación. Así oye uno de manera natural si no hay dificultades que entorpezcan la llegada (a nivel cualitativo y cuantitativo) y sea por lo que sea, hasta el cerebro, concretamente a la corteza auditiva primaria.
Bien, una vez visualizado como funciona, cuando hay una sordera neurosensorial producida por una meningitis como en mi caso, por ejemplo, el daño se ha producido a partir de la ventana oval, sea en la cóclea o en la transmisión nerviosa derivada del movimiento de las células ciliadas de la membrana basilar que recorre la cóclea. Los audífonos, bien regulados o programados, lo que hacen es amplificar aún más el sonido, pero ello no conlleva necesariamente nitidez, de nuevo depende del daño producido, los restos auditivos….
Siempre he pensado que realmente el oído tiene que ser tan complejo… más cuando no se puede hacer un trasplante. Lo más parecido a eso sería el implante coclear. El implante, sustituiría toda la parte del pasillo que va antes del tímpano, los huesecillos y literalmente -como indica su nombre-, se implanta en la cóclea, por lo que vendría a ser una sustitución del oído interno, en resumidas cuentas. Lo que haría el dispositivo es hacer de cóclea, pero además, por el micrófono que lleva y que capta el sonido exterior, hace todo el trabajo y lo pasa al nervio auditivo, indispensable para llevar la información y oír. Tanto en un caso (audífonos) como en el otro (implante coclear, pero hay más tipos de implantes, ojo), hay que entrenar para «descifrar» cada sonido, entenderlo, saber discriminarlo. Oír por oír, no sirve de nada, es como oír en una lengua que no comprendemos. Oyes pero no entiendes. Las sesiones de logopedia harán que poco a poco nos familiaricemos con los sonidos y nos podamos desenvolver mejor en su contexto. En el fondo es una rehabilitación.
Somos casi-ciborgs, que no robots. Pero sí diré que viendo lo complejo que es todo y que la lectura labial es sagrada (y la lengua de signos si me apuras), hoy, 3 de diciembre, día internacional de la discapacidad, diré que… ¡somos un@s máquinas!
Como cuando en una montaña conocida, caminos que te sabes de memoria, algún nuevo elemento te hace fijarte, desviarte e incluso invitarte a perderte.
Como cuando estás en el mar nadando tranquilamente, te metes adentro, decides acercarte a la orilla y una ola, antes que te des cuenta, te sumerge.
Como cuando vuelves a casa de noche y no hay nadie por la calle y piensas que si hubiera alguien más aunque fuera en la otra acera, sería menos tenebroso.
Como cuando estás en una reunión y subes el volumen del audífono para poder entender y te cercioras de seguirlo bien para luego no tener que preguntar más de la cuenta.
Como cuando medio aislada del exterior los murmullos se hacen más fuertes, sientes curiosidad y por más que intentas volver a concentrarte, tus emociones ya te no dejan y terminas preguntando qué pasa.
Como cuando estás cansada de un día movido emocionalmente y el metro se para, una voz se pone a hablar por megafonía y de nuevo, tienes que preguntar.
Como cuando sigues cansada, pero esta vez de la voz bajita, del hablar rápido, de los cambios y tonos de voz, y aunque parece interesante y la persona ya es ajena a lo que pasa dentro de ti, pasas de preguntar. Asentir y sonreír a la par que adivinar y elucubrar.
Todo esto no tiene nada que ver con…
Cuando lo comentas con otras personas a quienes también les pasa, y esta vez asientes y ríes, pero ya de complicidad.
Cuando es justo lo contrario, se aseguran de que lo has entendido y también mueven las manos, signan, para no romper este puente y continuar. Y para acercarse más.
Como cuando bailarines deciden bailar sin pretensiones, sin ensayar, sin presiones ni contemplaciones, solo por honorar su existencia.
Y en ese vaivén tan diferente, te sientes arropada, no te quieres ir, vibras en la misma frecuencia, te buscan, te encuentran, te encuentras.
Esto es lo que nos falta muchas veces, que en esa montaña rusa llamada vida, sea subiendo o bajando, los caminos tengan una misma meta: encontrarnos, los unos a los otros y de paso a nosotros mismos. El querer buscar(te) y el querer encontrar(te). Poco más. Sea donde sea, por estar ahí.
Os presento a Irene Navajas, una estudiante activista universitaria sorda que ha tenido que enfrentarse a una de las pesadillas que nos ha traído la pandemia… las mascarillas. ¡Conozcamos su lucha y su historia!
Hola Irene, en tus redes sociales te centras en las personas con diversidad funcional, ¿qué te ha empujado a hacerlo?
¡Hola! Principalmente que nadie lo estaba haciendo de esta forma. Yo me encontraba contenido en internet de todo tipo, menos que reflejara la situación que vivimos las personas con diversidad funcional. Esto me pareció un problema porque me di cuenta de que apenas tenía referentes con diversidad funcional, que no encontraba a otras personas hablando de esto, ¡ni siquiera memes relacionados con nosotras!… Parece una tontería, pero esta representación es muy importante, te hace sentir acogida y comprendida por otras personas. Es fundamental para evitar sentirte sola.
Algunos medios de comunicación se han hecho eco de tu situación en relación a la discapacidad y a la falta de accesibilidad en la universidad. El departamento de atención a alumnos con discapacidad de tu universidad (Universitat Pompeu Fabra, UPF Inclusió), ¿qué ha hecho para ayudarte/atenderte tras conocer tus circunstancias y necesidades especiales al estallar la pandemia? ¿Crees que existe coordinación y comunicación entre docentes y el departamento junto con los alumnos en cuestión a la hora de adaptar las clases?
La verdad es que hemos tenido algunos problemas a raíz de la situación de la pandemia. No creo que hagan las cosas con mala fe, pero sí que es cierto que espero de su parte más empatía y menor tiempo de reacción. Los plazos para que algo de lo que tu propones lleguen a ser efectivos, si es que al final lo son, llegan siempre muy tarde o con “peros” y contras. Creo que además el hecho de que mi diversidad funcional sea una de las más invisibilizadas es un añadido a este problema.
Han llegado poco a poco soluciones como por ejemplo la subtitulación directa, pero han llegado tarde o de forma insuficiente para suplir el hecho de que las clases no son accesibles.
Creo que hay coordinación y comunicación, pero creo que no es de buena calidad. Los profesores no llegan a entender las barreras que ellos mismos nos ponen inconscientemente y la universidad no se da cuenta de que es su labor asegurarse de que las herramientas que les dan sirven para el largo plazo, no sólo para la semana de después de habérselo comentado. No sirve una guía de buenas prácticas si los profesores no la reciben, o si la universidad no les obliga a cumplirlas.
En tu propia web www.irenenavajas.com, has editado y publicado una guía de accesibilidades para las personas con diversidad funcional en general y para aplicación en el ámbito educativo y también un catálogo que incluye adaptaciones para el acceso a la información, para el entorno físico y demás. Parece que cuesta llevarla a cabo a la hora de la verdad, sea por un tema presupuestario o por falta de empatía y de voluntad. Esta guía podría servir también para entornos laborales para facilitar la inclusión y el desempeño del trabajo, haciendo uso así de las adaptaciones de los lugares de trabajo y que cuentan con subvenciones a nivel estatal. Muchas gracias por tu aporte.
Me alegra mucho que sientas que es algo a agradecer, significa que entonces merece la pena.
Sí que es cierto que la inversión económica que supone adoptar estas medidas es grande, pero si se trata de respetar los derechos humanos básicos creo que es dinero bien invertido. También cabe remarcar que muchas de estas accesibilidades no requieren un desembolso económico tan grande o incluso es inexistente, y aún así no se aplican. Esto ya nos da una idea de por dónde va la sociedad hoy en día, y no es precisamente por el camino de garantizar la no discriminación de las personas con diversidad funcional.
Para mí sería ideal que también se pudiera implementar en el ámbito privado, de hecho, yo la ofrezco de forma pública y gratuita con la idea de que pueda utilizarla quien quiera. Cuantas más personas decidan sumarse al cambio antes llegaremos a un estado de igualdad de condiciones real de las personas con diversidad funcional.
Cuentas en el Diari de Barcelona que este último curso has podido mejorar la calidad de la información gracias a la subtitulación/transcripción manual en las clases online, pero no en todas ni en todas las asignaturas. ¿Cómo has accedido a la información?
Dependo mucho de mis amigos de clase e intento encontrar apuntes de otros años en internet. Es una solución parche, me ayuda a aprobar, pero realmente lo que queremos es sentirnos independientes, que podemos hacer las cosas nosotras mismas, empezando por tomar los apuntes. No me gusta la sensación de que me he sacado muchas asignaturas gracias a otras personas, ellas ya tienen lo suyo, no necesitan que yo además les cargue con lo mío. Es algo de lo que siempre les voy a estar agradecida.
En cuanto a las clases presenciales en los últimos meses, ¿los profesores y alumnos/compañeros usaban mascarillas transparentes para poder comunicarse contigo? ¿Cómo ha sido su reacción en este sentido?
Comenzaron las clases presenciales y algunos de mis profesores llevaban estas mascarillas, no todos. Tuve que pedir que mis compañeros también las llevaran, porque de nada servía la de la profesora si teníamos que hacer trabajos en grupo. Las mascarillas de mis compañeras llegaron al final de clases, así que sólo me fueron útiles unas cuantas horas.
En general no hubo ningún problema con mis compañeras, ellas se las pusieron y tampoco hicieron muchas preguntas. Sí que había alguna persona que se la olvidaba en casa, pero por lo general todas la usaban y quizás esto sea un ejemplo de que si hay medios las personas no tienen ningún problema en usarlos y no darle importancia al “para quién las usan”.
¿Crees que has recibido un trato diferente al resto de alumnos por el hecho de tener discapacidad auditiva? ¿Puedes explicarlo? ¿En el bachillerato o en el instituto también?
Sí, y cuando digo trato diferente no me refiero a ventajas ni mejor trato, me refiero a que ninguno de mis compañeros ha tenido que pasar por lo que he pasado yo, y lo único que nos diferencia es que ellos no tienen diversidad funcional y yo sí.
Esto, aunque no lo parezca, es una forma de discriminación y violencia capacitista.
Si yo no puedo acceder a la universidad como una más, sin tener que preocuparme de poder seguir las clases como el resto, estoy siendo discriminada.
En el bachillerato e instituto fue muy distinto para mí, no soy sorda de nacimiento y en ese período aún me estaba adaptando a mi nueva condición. No tenía apenas información sobre las posibles accesibilidades y herramientas, las clases eran mucho más pequeñas, la cantidad de recursos complementarios en internet para ese tipo de temario era abundante… En este caso ninguna persona me discriminaba directamente porque nadie sabía mi condición, y tampoco tuve un trato distinto, lo que sí estaba era en inferioridad de condiciones que se hubieran solucionado si las clases fueran accesibles, sin necesidad de presentar un informe de situación.
¿Alguna vez te han animado a dejar los estudios para no tener que sortear tantos obstáculos? ¿Qué piensas al respecto y qué consejo darías a otras personas que se puedan encontrar en tu situación?
Claro, en primero de carrera por parte de la universidad me sugirieron cambiar de estudios. A mí esto me afectó mucho porque sentía que tenía una oportunidad haciendo esta carrera y ver cómo se esfumaba simplemente porque yo no oía como el resto es una situación muy frustrante. Mi familia también me sugirió que no pasaba nada si no podía con ella, que podía volver a casa y buscar algo más fácil. Al final cuando te ven sufriendo tan innecesariamente sólo quieren encontrar una alternativa para que vuelvas a estar bien.
Creo que hace falta ser muy cabezota para seguir como yo lo hice, si pudiera dar un consejo sería lo que me hubiera gustado que alguien me dijera a mí, que todo iba a estar bien, que tomara la decisión que tomara, tanto seguir como volver a casa iba a estar bien. Le diría que no pasa nada por no acabar los estudios en cuatro años y que esto es algo con lo que vas a tener que lidiar toda tu vida, la discriminación no se va a esfumar porque tú lo hagas. Aprende a gestionarlo lo mejor que puedas, busca ayuda si la necesitas y cuando te tiren, tómate todo el tiempo que necesites, pero levántate. Nada va a ser nunca un caminito de flores, pero vas a sacar algo bueno de esta situación también, y al final de una forma u otra merecerá la pena.
Fuera del ámbito de los estudios, en tu día a día, ¿tienes dificultades para comunicarte?
No exactamente. Tengo dificultades para oír a las personas y lo que pasa a mi alrededor, pero la comunicación para mí va más allá de eso. Por ejemplo, comunicarse para mí es hacerle llegar a las personas a las que quieres que las valoras, transmitir una idea o un mensaje en las redes o hacer que el resto entienda tu situación. Todo esto va mucho más allá del oralismo, se puede lograr a través del arte, de los mensajes y de mil otras maneras, lo único que se necesita es un receptor abierto a escuchar de otras formas que no sean sólo a través de los oídos.
Sí que veo un problema en cómo las personas se comunican conmigo, la mayoría tienen exclusivamente la herramienta oral y sencillamente no saben tratar con personas con diversidad auditiva. Por suerte, las personas de mi círculo más cercano no suelen tener problema para aprender a utilizar otro tipo de herramientas y eso lo facilita todo mucho.
Vivimos en una sociedad en que las personas con algún tipo de diversidad funcional no son tan visibles y están continuamente reivindicando la materialización de los derechos que les corresponden por ley. ¿Cómo sería para ti una sociedad completamente inclusiva a la práctica, en la vida cotidiana?
Mi utopía ideal sería que cualquier espacio fuera accesible, sin necesidad de dar información ni explicaciones de antemano. Que no tengas que hacer ningún “trámite especial” ya sea para acceder a la universidad o incluso que la tecnología cuente con herramientas para hacerla inclusiva.
La sociedad debería estar preparada independientemente de la diversidad funcional que tú tengas. Lo ideal sería que los subtítulos, las adaptaciones para las sillas y las herramientas para las diversidades más invisibilizadas como puede ser la psicosocial formen pate de lo cotidiano.
Una sociedad realmente inclusiva sería aquella que no discrimina por las condiciones de sus individuos, incluyendo la diversidad funcional.
¿Cómo ves el futuro cuando termines la universidad?
Siendo sincera, de una forma bastante más negativa de la que me gustaría.
Sé que parece una tontería, pero si ni siquiera puedo estudiar como el resto de las personas, ¿cómo voy a tener una buena nota media en la universidad que me permita acceder a un máster?, ¿cómo voy a salvar la discriminación laboral si tampoco puedo formarme en condiciones?
Me entristece mucho ver cómo la sociedad actual le da la espalda a mi colectivo, es exagerada la cantidad de desinformación y desconocimiento que hay en torno a la diversidad funcional.
Hace apenas dos semanas que nuestra constitución ha retirado el término ‘disminuido’ de su artículo 49 y hace nada que se aprobó la reforma civil por la que acaba la incapacitación jurídica de las personas con diversidad funcional.
Cambios similares en relación con otro tipo de discriminaciones se produjeron hace años (como el reconocimiento jurídico de las mujeres), ¿cómo es posible que estos avances se estén produciendo ahora en el caso de las personas con diversidad funcional?
¿Qué expectativas de futuro debería tener si se están empezando a reconocer derechos que otros colectivos disfrutan desde hace más de 50 años?
Creo que todas deberíamos hacer un ejercicio de reeducación para deconstruir todos los prejuicios creados en torno a la diversidad funcional, empezando por la idea de que es la persona con diversidad la que tiene un problema, y comenzar a valorar si es el entorno, realmente incapaz de albergar a estas personas, la raíz del problema.
Es la única forma de avanzar y de que se dejen de producir situaciones de discriminación como la nuestra.
Por último, enhorabuena por la carrera, te falta poquito, está siendo un camino lleno de obstáculos y de méritos a partes iguales. Gracias por compartir tus experiencias y por tus reivindicaciones en pro de una vida más fácil y sobre todo justa para todos y todas.
Gracias a ti por cederme este espacio y por la visibilidad que le das a las personas sordas. Creo que tu labor es muy importante y te animo a que siga siendo así durante muchos años. Gracias porque me he sentido acompañada y comprendida en tus textos, y estoy segura de que también muchas más personas.
Irene, espero que tus palabras sirvan para seguir concienciando y aportando soluciones, que es lo que necesitamos: SOLUCIONES, accesibilidad plena para dejar de sufrir discriminación en todos los ámbitos, empezando por el de la educación. De corazón deseo que consigas todos tus propósitos, -con este espíritu de luchadora que tienes (a la fuerza), lo conseguirás- y que sirvas de inspiración a tantos estudiantes que viven la misma situación.
Un abrazo y muchísimo ánimo.
Y a ti, que nos lees, ¿qué piensas al respecto? ¡Escribe en comentarios!
No estamos muy acostumbrados a expresar nuestras emociones más allá de la felicidad, de lo positivo, de lo «anímate». Nos da cosa, no gusta, no se suele encontrar aliados en los malos momentos. Incluso el reconocer que estamos mal, cuesta. Y creo que no debería ser así, menos cuando la vida no es siempre de color rosa.
A mi no me cuesta reconocer que he tenido muchos momentos a lo largo de mi vida (y sigo teniendo, claro, aunque el enfoque es diferente, crecemos…) en que me he sentido muy desgraciada, que pensaba que «hasta cuando tendré que estar siempre luchando», que no sentía el apoyo de mis querid@s, que me sentía completamente sola, que fingía estar bien… Por varios motivos en general, pero más por la sordera. A decir verdad, si nuestro entorno nos discapacita, nosotros no somos de piedra. Y creo que es normal, y no pasa nada, los sentimientos negativos son tan válidos como los que tenemos cuando sentimos que estamos bien o muy bien o fantásticamente bien. No pasa nada por tener malos días, muy malos días y días peores. No duran tanto, por suerte, y lo cierto es que tarde o temprano surge cierto optimismo. Y tampoco son tan a menudo. Si son muy a menudo, convendría hablar con profesionales de la psicología, que vienen muy bien para sacar rabias acumuladas, impotencias e incluso pensamientos que puedan asustar. Somos humanos… somos fuertes y frágiles a partes iguales. Lo importante es darse cuenta y pedir ayuda (o buscar cobijo, estar con personas que son hogar…), porque merece la pena invertir en nuestro bienestar, en aprender a aceptarse, a aceptar la situación, a pensar que no siempre lo conseguiremos, pero que saborearemos muchísimo más los grandes momentos, serán únicos y aunque cuando lo vemos todo negro cuesta mucho aferrarnos en las cosas buenas, hay que tenerlas presentes de un modo u otro. Antes o después. No ser tan duros con nosotros mismos…
Es común (incluso ingenuo) pensar que las cosas solo nos pasan a nosotros, y no nos damos cuenta cuando son los demás quienes nos piden ayuda. Hay tantas formas de pedir ayuda… muchas casi ni se notan, hay que estar atento a los demás (querer). Y si por lo que sea no es posible, al menos cuidarte a ti misma, encontar una ventana (o varias, mejor), para escapar de estos momentos tan desesperantes. Cuando aceptas que tienes un día horrible, sabes que no es eterno. En mi caso, la música me salva y me acompaña en los días felices y en los tristes. También escribir… Recién encontré otra ventana, que es hacer deporte… Estas ventanas molan porque las abres y las cierras cuando tu quieres, siempre están a tu disposición. La música, en la mente, y el deporte… solo necesitas tu cuerpo.
Cada vez estoy más convencida de que la empatía es la clave, siempre. Con más empatía, todos tendríamos muchos menos días malos. Está claro, ¿verdad? Saber ponerte en los zapatos del otro es lo que alivia el alma, es una forma muy poderosa de acercarte al otro y hacerle saber que le entiendes (sí, aunque no vivas lo que le está pasando). La mayoría de las veces en que estamos de «bajón» solo necesitamos tiempo para procesar aquello que nos ha sumido en la tristeza o hundido y un mínimo de amor (aunque sea propio) o de comprensión. Incluso diría que humor, pero no siempre es bienvenido… (¿se puede entrenar?, dicen que si lo buscas, lo encuentras, incluso que protege = ¿antioxidante cognitivo?). Podría ser otra ventana…
He querido escribir esta entrada porque sé de personas que lo pasan mal, que no terminan de sentirse aceptadas por su entorno, ni comprendidas, se sienten invisibles, como si fueran nadie… y quiero decirles que muchos hemos pasado por esto, pasamos y seguiremos pasando. No es raro sentirse así cuando formas parte de un colectivo que no es mayoritario, como el de la discapacidad. Al final, todos en algun momento o varios de nuestra vida nos sentimos así y no tiene nada de malo. Al contrario, expresarlo (que lo sé, no es nada fácil) puede traernos amistades inesperadas, perspectivas diferentes… e incluso al final, nos puede hacer sentir afortunados. Siempre hay cosas que agradecer, y cuanto mejor sepamos gestionar nuestras emociones (inteligencia emocional), más cuenta nos daremos de que tenemos mucho más bueno que malo. Pero mucho más. Y que un día malo lo tiene cualquiera…
Aprendamos a hablar de nuestros miedos, fantasmas, pesadillas,… crea una red de apoyo con tus más allegados, con la familia que escojas, exprésate sin culpa. Tus sentimientos son igual de válidos que los de los demás y recuerda (porque ya lo sabes) que eres más fuerte de lo que crees.
También es verdad que a veces las cosas no son como creemos, sino que el problema es como las interpretamos. Ahí vale la pena relativizar, poner distancia, verlo con perspectiva. Un filósofo, Epícteto, decía que lo que importa no es lo que te sucede, sino como reaccionas a lo que te sucede. Es el aprendizaje de la vida, ¿no? Como sea, seamos resilientes, nada de presiones, evitemos los absolutismos, tomemos el tiempo necesario para procesar, reflexionar y seguir. Quien quiera, te seguirá, apoyará, escuchará y estará ahí. Todo pasa, no podemos llorar eternamente, terminamos echando de menos la gente bonita, los buenos ratos y las risas tontas (las mejores). Vayamos a buscarlas. A veces solo es cuestión de tener paciencia, de esperar.
Como la flor (mala hierba llamada, además) de la imagen, que se supone que no debería estar ahí en tierra inerte, pero está. Esconderla, eliminarla, arrancarla no evitará que, si las condiciones lo propician, vuelva a brotar. No lo puede evitar, ni nosotros, de vez en cuando, llorar.
Para cualquier cosa, podéis contactarme, ya lo sabéis.
Esta entrada va, como bien indica el título, sobre las reacciones de la gente cuando me hablan con la mascarilla puesta y yo me quedo intentando entender que dicen -sin éxito la mayoría de veces-, y finalmente necesito decir que necesito leer los labios. Bien, a partir de este momento, hay varias reacciones que me he encontrado. Algunas vienen juntas, otras por separado, según la comprensión o la perspicacia (o falta de ella) de la gente. Las voy a enumerar:
Siguen hablando > tengo que explicar mejor que no oigo bien, que no sigan y que necesito leer los labios.
Negación de la posibilidad de bajarse la mascarilla, por temor o por verlo fuera de lugar (entiendo que dicen que «no», la mayoría de veces soy capaz de entenderlo «oyéndolo») > tengo que decir que en tal caso será complicado que le entienda, debido a mi sordera. La última opción sería coger un papel y lápiz o bien transcripción de voz por móvil, por ejemplo. A veces terminan bajándosela, no siempre. Cuando no, me voy y ya está.
Hablan más despacio o más fuerte (o eso me parece, ya que no puedo decirlo con seguridad al llevar ellos la mascarilla, aunque intuyo esto) > negando con la cabeza con resignación, tengo que repetir nuevamente que necesito leer los labios, que no me voy a enterar, que llevo audífonos.
Se bajan la mascarilla enseguida (¡wow!) e incluso me comentan o preguntan lo difícil que tiene que ser para mí sobrellevar esta situación constantemente > les explico que sí, que en nuestro caso es complicado y que personas como éstas nos facilitan la vida, que gracias por la comprensión.
No entienden lo que les digo y empiezan con gestos pero sigo sin entender lo que me quieren decir la mayoría de las veces, otras entre lo que oigo y lo que intuyo, puedo llegar a «captar el mensaje» > pregunto en función de lo que me ha parecido entender y así vamos haciendo… (por lo menos intentan hacerse entender… ^^), hay que valorarlo positivamente. Si supieran algo de lengua de signos, ya sería increíble…
Estas son las principales reacciones que me estoy encontrando. Bueno, y por supuesto personas que se olvidan, y del mismo modo que se la bajan automáticamente para hablar conmigo, otras veces se les olvida y tengo que recordarlo con un gesto.
Y por último, está aquella persona que dispone de una mascarilla transparente y cuando sabe que hablará conmigo, se la pone, sino, no. Un detalle. Aunque tengo que decir que en la inmensa mayoría de las veces, la opción más cómoda y práctica es bajarse la mascarilla. Y ello implica, como ya he comentado en otras entradas, guardar la distancia de seguridad, que no suele haber problema en la mayoría de los casos. Esto sería un… 85% de las veces o más, pero siempre hay este pequeño porcentaje que se resiste y hay que respetarlo aunque no sea justo para nosotr@s como colectivo con necesidades especiales en este caso.
Os cuento la última anécdota: Yendo al médico, cuando quise asegurarme de la puerta a la que tenía que acudir (a veces hay cambios y si me llaman de otra puerta sería imposible que me enterase…), en una de las mesas/mostradores de información/consultas, me pidieron el DNI (tras preguntar varias veces lo entiendo, también porque lo recuerdo de antes de la pandemia, que lo suelen pedir para saber los datos de la persona) y todo bien. Pero después de la visita, tuve que volver para coger cita para otro día, de nuevo me pidió el DNI y más cosas y ya no entendía lo que decía. A mi lado había un señor sentado, en otra mesa haciendo otra consulta. En todas las mesas hay una pantalla transparente separadora. Le comenté al que atendía en el mostrador que necesitaba leer los labios, y me repitió lo mismo (supongo). Le volví a decir que no le entendía, que necesitaba leerle los labios, esta vez señalándome la boca, y que tenía que bajarse la mascarilla. Me dijo que no se la iba a quitar (lo entendí). Me quedé algo perpleja y le dije que era la primera vez en un centro médico que me decían que no, y que bueno, pues que me lo escribiera. Tras esto, lo que hizo fue apartarse de su puesto de trabajo y situarse a mi lado, como si fuera un problema de distancia, con la mascarilla puesta. Negué con la cabeza, y le expliqué y señalé mis audífonos, diciéndole que no oigo bien y que necesito leer los labios, sino no le entiendo. Solo entonces entendió mi situación y dijo «Aaahh..», y ya se volvió a poner tras la pantalla, se bajó la mascarilla y pudimos comunicarnos con fluidez. El señor que estaba sentado a mi lado se puso a reír, y yo con él. La verdad es que al final fue gracioso porque a mi me extrañaba que no se la bajara, y ya sé que algunas personas no entienden lo que está pasando. Pero tratándose de personal sanitario, creo que a estas alturas ya deberían estar concienciados… y desde aquí lo reinvindico.
¿A quién más le ha pasado algo así y que al final haya tenido que tomárselo con humor? ¡Seguro que a muchos!
Por cierto, por si os habéis preguntado qué tiene que ver la imagen de la entrada, me pareció divertida simplemente. Para mí, guarda cierto paralelismo con la sorpresa que expresa una de ellas (me sorprenden algunas reacciones) y la otra le cuenta algo al oído que parece no poder ser escuchado en voz alta. En ambos casos, si bien la comunicación fluye, en nosotros, así, sería imposible. Si tienes la boca tapada, «nanai de la China». Y si me lo cuentas al oído, más de lo mismo…
¡Ánimo, el fin cada vez está más cerca…!
Un abrazo.
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