
¡Hola a todos!
Quiero hablaros de la relación que tengo con el agua, así en general. ¿A qué me refiero? Pues a los deportes que implican la presencia de agua, a ir a la playa, a la piscina, en barco, a hacer actividades al aire libre donde puede haber agua, a la lluvia, al deporte en sí mismo… ¿Por qué? Porque al llevar audífonos, siempre temo que les pase algo.
Como cualquier dispositivo electrónico, los audífonos no se pueden mojar, como os podréis imaginar. Es verdad que hay audífonos que se pueden mojar, casi impermeables, pero los míos no lo son, así que el agua, lejos.
Desde pequeña, he hecho todo tipo de deportes, desde tenis, pasando por patinaje, hasta atletismo, y en la mayoría de ellos, se suda. A menudo he tenido que quitar los restos de humedad que se acumulan en los moldes, ya que hacen que me cueste mas oír (se crea cierta resistencia), aparte de lo perjudicial que pueden resultar las gotitas de humedad (sudor) si éstas entran en contacto con el circuito electrónico. Alguna vez me ha pasado, y se oyen como interferencias, son molestas. Existen deshumidificadores que sirven para eliminar estos restos de humedad. Van bien, digamos que alargan la vida de los audífonos al mantenerlos secos.
Cuando voy a la playa o a la piscina, a veces decido no llevar los audífonos puestos, ya que la bromita de que los amigos te mojen me puede costar muy cara. Aparte de eso, que es más típico cuando eres más pequeña, dejar los audífonos guardados en la bolsa o la mochila me crea cierto temor por si se mojan, me entra arena, me los roban, les dan un golpe sin querer o lo que sea. Teniendo en cuenta que los uso cada día y que son tan importantes para mí, cualquier mero accidente podría ser fatal. Algunos diréis, y si vas sin audífonos, igualmente para bañarte te los tienes que quitar. Sí. Después tengo que esperar a que se me sequen los oídos para ponérmelos de nuevo. La sensación de ponértelos estando los oídos húmedos es francamente rara. Es como si estuvieras debajo del mar, como un «glu glu», ¡jaja! Alguna vez me los dejo puestos si estoy por la orilla, pero como alguien me moje… la liamos parda… ¡jajaja! (Me río ahora, pero gracia ninguna… jajaja)
Cuando hago deporte… quitando el tema de la humedad que he comentado, por la acumulación de sudor que se desplaza por detrás de las orejas (mal sitio, sí), también hay que considerar la posibilidad de recibir un golpe. Me muero si por ello se me rompe un audífono o se me cae. Pero dejando de lado lo que pudiera pasar, que tampoco son cosas muy probables (si lo fueran, pues no practicaría este deporte, se sobreentiende), no me gustan mucho los deportes de agua. Esto de ir sin audífonos no me atrae mucho, a no ser que esté con personas sordas y nos comuniquemos en lengua de signos. Echando la vista atrás, cuando era pequeña y hacía todo con personas que oyen, siempre tienes la inseguridad de si te están llamando y no lo oyes, de si te tienen que avisar de algo y no lo oyes, o cualquier cosa. Recuerdo que hacer natación me gustaba, pero a la vez no. Y es por eso, supongo que es muy natural. Con el tiempo lo vas normalizando y con los amigos lo pasas bien, pero son cositas que siempre tienes ahí.
¿Y lo de ir en barco? Bueno… tendríais que verme montada en uno si éste es relativamente pequeño. Insufrible, en serio. Estoy todo el rato imaginándome que nos caemos todos por la borda y yo… con mis audífonos. En el agua. Ni me lo puedo imaginar… Diréis, «jolín, tampoco es eso», ya, ya, pero no lo puedo evitar, ¿qué hago?
Otra situación que me preocupa y que tiene que ver con el agua inesperada, es la lluvia. Llevar el pelo recogido, con los audífonos a merced de las gotas de la lluvia y sin poder protegerme del agua, es un pensamiento horrible. Aunque sean cuatro gotitas… Si no me los puedo quitar y guardarlos sin riesgo de que se mojen, lo puedo pasar muy mal. Alguna vez me ha entrado alguna gota de agua en uno y… ufff… ya me pensaba que lo había perdido. Fue hace poco, además. Los que me leéis, sabéis lo que supone la idea de cambiarme los audífonos, así que seguro que me entendéis en este sentido… Por eso siempre llevo un paraguas de repuesto en el coche, para que la lluvia no me sorprenda y, si me pilla en la calle, pues refugiarme como pueda, el rato que sea necesario.
Ya habréis podido apreciar que mis audífonos son sagrados y la idea de que les pueda pasar algo por culpa del agua o de la humedad me preocupa sobremanera hasta el extremo de dejarlos en casa si es necesario e ir por ahí sin oír nada de nada. Se me hace super raro ir por la vida sin oír nada, pero te acostumbras. Es bastante más fácil si hablo en lengua de signos con quien voy, sobra decirlo. Un día casi me atropellan por no mirar al cruzar por un paso cebra: hablaba con una amiga mientras íbamos a la playa, yo sin audífonos, y, toda distraída, olvidé mirar justo antes de cruzar. Como normalmente oigo los coches y ese día iba sin audífonos… pues no lo oí, cruzamos sin más. Madre mía, el susto que me llevé al ver los coches que no paraban (no todos los coches paran en los pasos de peatones)… Si es que hay que ir con mil ojos siempre…
Dicho lo dicho, a ver si me hago con unos impermeables y así, todo eso que me ahorro… ¿no? ¡Jajaja!
Un abrazo a todos y que disfrutéis del verano.
Andrea.