La importancia de sumar y de querer bonito

¡Hola a todos!

En estos tiempos que corren con la pandemia, me apetece hablar sobre lo genial que es poder estar rodeado de personas que te hacen sentir bien, que suman. Supongo que tiene que ver con tanta restricción que estamos sufriendo para contener el virus que todo lo ha cambiado y que nos impide disfrutar unos de otros con la libertad en que lo hacíamos.

Recuerdo lo genial que era reunirnos en nuestro tiempo libre con personas oyentes, sordos signantes, sordos oralistas… En definitiva, con amigos, con quien quisiéramos, y nuestro propósito era común: pasarlo bien, estar juntos. Pero quería remarcar que era tan genial porque había empatía, colaboración… Me refiero a que cuando intervienen diferentes modalidades comunicativas (los que signan únicamente, los que usan la palabra complementada, los que solo necesitan que les vocalices un poco, los que necesitan leerte los labios todo el rato…) se crea un entorno que parece mágico: hay tanta voluntad por hacerse entender y por querer que el otro nos comprenda… es algo muy especial y que he ido notando que se crea fácilmente cuando algunas personas tienen necesidades especiales. Cuando unos miran por otros. Hay un halo diferente que envuelve a las personas, como un halo de cercanía, de voluntad, de querer y querer bonito. Es bonito, la verdad (¡valga la redundancia!). Tener recursos comunicativos (es decir, espabilarse) cuando hay personas que lo necesitan, es algo que agradecer. Es sumar, implica sumar. Y lo maravilloso de combinar lengua de signos y la palabra oral es cuando aprovechas lo mejor de cada una: decides qué palabras, conceptos, significados utilizar (orales, visuales, ambos a la vez…). Creedme, es mágico. Imaginaros: si es bonito el resultado final, más lo son las personas que están detrás de este resultado…

Deseando estoy que llegue el momento del reencuentro para que la magia vuelva… que la tecnología está muy bien, pero la magia se palpa más en vivo y en directo, ya me entendéis. Hay cosas irremplazables, únicas.

Y de nuevo dar las gracias a todas aquellas personas que tienen la deferencia de bajarse la mascarilla por nosotros… parece que cada vez hay que insistir menos… Anécdota que creo que no os he contado: en el supermercado en el que compro habitualmente, uno de los cajeros, siempre que me ve, se baja la mascarilla para decirme algo (la última vez, para decirme «feliz año», así, sin más). La sensación de sentirse querida es tal, que siempre salgo pensando: «Pero que gente más bonita».

Vamos a ser positivos, el final de todo esto cada vez está más cerca… De repente podremos estar juntos sin tantas barreras (dichosas mascarillas) y reforzados de todo cuanto hayamos aprendido. ¡Sigamos sumando!

Y que este año 2021 nos traiga cosas bonitas, como las sonrisas de verdad, las que se ven, las que no se esconden… las que nos merecemos.

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