Empatía en la nueva normalidad La sordera y las dichosas mascarillas...

¡Hola a todos!

Esta entrada presumo que será algo diferente. Me gustaría contaros dos situaciones o escenas, como hice con la entrada en la que os hablaba sobre el bilingüismo para que sea más fácil este ejercicio de empatía que os quiero proponer. Creo que de este modo puede ser más instructivo a la par que realista. Pero antes os pongo un poco en contexto: En la nueva normalidad, varias personas conviven en un mismo espacio pero una de ellas tiene especiales dificultades para comprender a los demás, debido a su sordera, ya que todos llevan mascarilla y necesita leer los labios para comunicarse. Esa persona sorda se llamará Adjoa de ahora en adelante.

Escena 1:

Adjoa está haciendo sus cosas. Entra una persona con la mascarilla puesta en el mismo espacio y Adjoa oye que dice algo pero ve que no se dirige a nadie en especial. Los demás parecen responder brevemente, alguno contesta con cierto entusiasmo. Más tarde, vuelve a oír voces, intuye quien habla, mira, y efectivamente algunos mantienen una conversación. A pesar de que llevan puestas las mascarillas, percibe que se trata de algo divertido, pues las risas así lo constatan. Al cabo de un rato, entra otra persona y dice algo, tipo pregunta, a lo que contestan a la vez. Adjoa sigue sin entender nada, ve y oye como los demás hablan y tal pero no puede llegar a adivinar de qué se trata. Sigue haciendo sus cosas. En el fondo se siente un poquito aislada pero piensa que debe de tratarse de cosas sin importancia y que si no se entera tampoco pasa nada. Aunque tiene ganas de que los demás compartan lo que sea que hablan, también con ella. Ser una más.

El tiempo pasa y la situación se repite. Al final, decide hacer algo al respecto, ya que se siente al margen y cuando ve que los demás vuelven a reírse, pregunta. Adjoa tiene necesidad también de socializar, por lo que mantiene una actitud abierta para demostrar que con ella también pueden contar. Cuando le cuentan lo que les hace tanta gracia, no se quitan la mascarilla porque se les olvida, y ella lo recuerda. La persona que le está contando, se baja la mascarilla, por lo que Adjoa se separa un poquito. Otra persona entra en la conversación porque le hace gracia la anécdota, pero Adjoa no la estaba mirando y además, cuando lo hace, comprueba que también tiene la mascarilla puesta por lo que tampoco la entiende. Se gira para seguir atendiendo la anécdota y finalmente, también le hace gracia aunque siente que le falta más información, pues la que tiene considera que no merece tales risas. Su sensación ahora no es tan de vacío, aunque siente que no es la situación ideal.

Escena 2:

Adjoa está haciendo sus cosas. Entra una persona con la mascarilla puesta en el mismo espacio y saluda a todos. Al ver a Adjoa, se aparta la mascarilla para saludarla también, a lo que Adjoa le devuelve el saludo. Los demás parecen responder brevemente, alguno contesta con cierto entusiasmo. Intuye que tendrá que ver con el saludo. Más tarde, vuelve a oír voces, intuye quien habla, mira, y efectivamente están manteniendo una conversación. A pesar de que llevan puestas las mascarillas, percibe que se trata de algo divertido, pues las risas así lo constatan. Una de estas personas, al ver que Adjoa está mirando, decide apartarse la mascarilla y seguir contando después de explicarle de lo que se trata. Al cabo de un rato, entra otra persona y dice algo, tipo pregunta, a lo que contestan a la vez. Adjoa se pierde pero le dicen lo que ha dicho y siguen con la conversación, Adjoa incluída. Adjoa se ríe y se anima, como los demás. Después, sigue con sus cosas. Se siente bien. Es una más.

El tiempo pasa y la situación se repite: oye que alguien está hablando, por lo que enseguida muestra interés y la persona se baja la mascarilla automáticamente para que también pueda entenderle. Es evidente que Adjoa tiene necesidad también de socializar, por lo que mantiene una actitud abierta para demostrar que con ella también pueden contar. Participa en la conversación, pues aunque alguno no se quita la mascarilla por momentos, la sigue lo suficientemente bien como para no sentirse perdida. Al final intuye lo que habrá dicho la otra persona y lo medio pregunta, por lo que comprueba que se trataba de eso y sigue animada. Al darse cuenta la otra persona, se baja la mascarilla y se hace más ameno. Se trata de una anécdota que le hace gracia a Adjoa y se ríe con los demás. Su sensación ahora no es de vacío, siente el apoyo de los demás.

corazon de nube

Bien, no sé si veis las enormes diferencias en ambas escenas, pero estos pequeños gestos de apartarse la mascarilla (y digo mascarilla refiriéndome a las no accesibles para personas sordas) forman parte del ejercicio de empatía que tanto necesitamos quienes precisamos sí o sí la lectura labial.

¿De qué escena te gustaría formar parte?

No querer ayudarnos o no tener consciencia al respecto implica fomentar nuestro aislamiento, lo cual a nivel psicológico no nos ayuda a sobrellevar toda esta situación en la «nueva normalidad». Al final se trata de un sobreesfuerzo, es cierto, pero para nosotros lo es mucho más. Como la sordera es invisible, es una lucha constante, tanto a nivel social como emocional. No es fácil para nosotros, por ello cualquier ayuda es muy bienvenida, porque por «pequeña» que os pueda parecer, para nosotros es todo un mundo. En este nuevo mundo podemos sentirnos bien, reírnos con los demás, formar parte de una conversación, sentirnos seguros de nosotros mismos… En definitiva, no sentirnos excluidos. O no tanto.

Necesitamos vuestro apoyo y comprensión. Gracias a los que ya nos apoyáis como podéis y/o sabéis, ojalá todos fueran como vosotros, desde luego, así, el mundo sería un lugar mejor, más empático.

«Hoy por ti y mañana por mí».

Mil gracias.

 

Las mascarillas

mascarilla sordos

Siempre intento que la imagen que asocio a la entrada tenga que ver directamente con lo que quiero expresar o reivindicar. Esta vez y teniendo en cuenta el contexto que estamos viviendo, va sobre accesibilidad.

Al comienzo de lo que venía siendo la epidemia, antes de declararse pandemia, ya se veían personas de otros países (todos sabemos cual fue el primero) con mascarillas por las calles. Para entonces el hecho de imaginar que aquí pasaría lo mismo, quedaba muy lejos.

Hoy en día, en plena pandemia mundial cualquier tipo de protección parece poca, y si no veáse como van de protegidos (o deberían) el personal sanitario ante la exposición del coronavirus Covid-19 que tan en vilo nos tiene a todos y además confinados en nuestras casas.

El confinamiento al que nos obliga el estado de alarma debido a la emergencia sanitaria de nuestro país (al igual que muchos otros), lleva intrínseco un aislamiento -en las personas sordas especialmente- añadido como es la falta de accesibilidad a la hora de poder comunicarnos cuando salimos de nuestras casas con las personas que llevan mascarilla.

Hace dos días me pasó: tuve que salir de casa para ir a la farmacia y el farmacéutico, que ya me va conociendo aunque tenga que recordarle cada vez que me vocalice porque tengo que leerle los labios, llevaba la mascarilla puesta. Después de saludar y enseñarle mi receta médica para que me la dispensara, le dije que necesitaba leerle los labios ya que soy sorda. Asintió, pero siguió hablando. Como me era imposible entenderle, le volví a repetir que si no le veía la boca no le podía entender porque tenía que leerle los labios. Noté que se ponía algo nervioso y se apartó la mascarilla para hablarme. Luego se la volvió a poner. Me volvió a hablar, sin quitársela y le repetí lo mismo. Volvió a quitársela. Mientras tanto, yo pensaba que por que no se la dejaba apartada si ya estaba a más de metro y medio de distancia, siguiendo los protocolos de prevención y que además recordaban en el mostrador. Cada vez que se quitaba la mascarilla, sus dedos quedaban a un centímetro de la boca, por lo que el vapor de agua al hablar quedaba en sus dedos y después (aún llevando guantes) tocaba mi receta, mis pastillas. Y así todo el rato. No le dije nada porque ya veía que la situación le superaba un poco pero me parecía un poco absurdo. Al final conseguimos entendernos pero me fui reflexionando que los que trabajan de cara al público deberían de contemplar la posibilidad de hacerse con mascarillas que lleven un plástico a la altura de la boca para ser accesibles a personas con discapacidad auditiva. Porque se supone que la accesibilidad es un derecho y está recogido en las leyes.

Esta situación se agrava bastante si una persona sorda contrae el virus y necesita ir al hospital para tratarse. ¿Os podéis imaginar el estrés ya no solo por la propia situación sino acrecentada ésta por el hecho de no entender al personal sanitario de turno? Las preguntas que te hacen, las indicaciones… no quiero ni imaginármelo. Supongo que habría que recurrir al papel escrito… o a una transcripción del audio con alguna aplicación móvil.

Igualmente los policías si te paran para preguntarte… En fin, es más estresante para nosotr@s. Está claro que es una situación nueva para todos pero para algunas personas conlleva sumar dificultades.

Además, ahora parece que podría ser obligatorio llevar mascarillas para todo aquel que salga a la calle. A las personas sordas nos parece muy bien como medida preventiva para no contagiar a más personas pero no podemos evitar, a su vez, sentirnos excluidos. Solo me queda decir que pase todo esto rápido y podamos volver lo más pronto posible a la normalidad, que esta situación no es cómoda para ninguno.

Quiero recordar y reivindicar que la accesibilidad es un derecho y una obligación, que necesitamos informar más si es necesario, conscienciar más si cabe. Las mascarillas o dispositivos de protección pensadas para atender personas sordas existen y por ello hay que darles uso cuando sea necesario y siempre que sea posible. Su finalidad es ser accesibles, repito. Me entristece pensar que en pleno siglo XXI tengamos que vivir este tipo de situaciones y no se acuerden de nosotros como colectivo especialmente vulnerable en situaciones de emergencia. Que tenga que ser un factor de suerte, de buena disposición o voluntad del profesional en el sentido de que quiera o no quitarse la máscara no es justo.

Supongo que nos queda un camino demasiado largo por recorrer. Pero ahí queda dicho.

Muchas gracias por vuestra comprensión y mucha salud a tod@s.

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